Estudió el bachillerato en Orense y, en 1924, ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago. En ese mismo año vieron la luz sus primeros artículos en El Pueblo Gallego, en el que dirigió la página universitaria de este periódico.
En 1927 abandonó la ciudad compostelana, y marchó a París (Francia). En el año siguiente consiguió una beca de estudios en la Universidad de Berlín. Desde allí escribió en diversos periódicos españoles, especialmente en La Vanguardia de Barcelona, utilizando desde entonces la firma Augusto Assía. Desde el mes de octubre de 1929 fue redactor de plantilla del citado diario catalán. En abril de 1933 fue expulsado de Alemania por el Gobierno nazi y La Vanguardia lo envió a Londres como corresponsal.
En agosto de 1936 viajó a la España nacional, quedando adscrito a la sección de Prensa del Gobierno de Burgos. Estuvo en el frente de Asturias y, más tarde, fue director del diario orensano Arco, así como jefe de la sección de Internacional de La Voz de España.
En 1939 fue enviado de nuevo a Londres como corresponsal, y allí pasó toda la Segunda Guerra Mundial, enviando unas crónicas que se hicieron famosas, pues siempre confió en la derrota de las potencias del Eje. Tras la victoria aliada en la guerra, cubrió la información sobre los juicios de Nuremberg. En 1950 se trasladó a Estados Unidos, donde continuó como corresponsal de La Vanguardia.
En el año de 1964 compró en Xanceda (Mesía) una gran extensión de terreno, donde montó una explotación agrícola-ganadera.
En julio de 1967 firmó en La Voz de Galicia un artículo en el que reclamaba la equiparación de derechos para la lengua gallega en su país.[2]
[...] "Non pode ser usado coma un ferro candente para marcar a servidume mentres que o outro -o castellano- coma unha plumaxe co que abonar falsas pretensións e superioridades [...] non só na igrexa, senón na Universidade, nos estratos e nas oficinas públicas o que non fai máis que vinte anos lle ocorría aos negros nos Estados Unidos, onde non se lles deixaba entrar máis que pola escaleira de servizo" [....].
[...] "No puede ser usado como un hierro candente para marcar la servidumbre mientras que el otro -el castellano- como un plumaje con el que abonar falsas pretensiones de superioridad [...] no solo en la iglesia, sino en la universidad, en los estrados y en las oficinas públicas, lo que no hace más que veinte años les ocurría a los negros en los Estados Unidos, donde no se les dejaba entrar más que por la escalera de servicio" [...].
En mayo de 1968 el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, le impuso una multa de 50.000 pesetas al director del periódico, Francisco Pillado Rivadulla, por la publicación del citado artículo de Fernández Armesto, en el que se le acusaba expresamente de atentar contra la unidad nacional[3].
En 1982, como columnista de La Voz de Galicia, acusá al BNPG y a Comisións Labregas de colaboración con grupos terroristas, por lo cual fue cursada una demanda contra el periodista por parte de ambas plataformas.[4]
En 1986 dejó de escribir en La Vanguardia, tras 58 años de servicio.
Su primera novela corta fue en gallego y se tituló Xelo, o salvaxe (1925), siendo muy bien acogida por la crítica.[5]
"Fernández Armesto é un verdadeiro escritor galego"
Rafael Dieste
Pero la mayoría de sus obras (sobre todo, recopilaciones de artículos) están escritas en castellano (excepto una de las últimas publicadas, que fue traducida al catalán). Entre ellas destacan:
1940. Los yanquis. Barcelona: Editorial Mateu.
1943. Los ingleses en su isla. Barcelona: Ed. Mercedes.
↑Coas biografías de Winston Churchill, Jan Christian Smuts, Bernard Law Montgomery, David Lloyd George, Lord Woolton, Geroges Bernard Shaw, Herbert George Wells, Chesterton, Lord Louis Mountbatten, "Laurence de Arabia", Lord Baldwin, Sir Horace Avorry, James Ramsay Macdonald, Lord Wavell, Robert Anthony Eden, Sir Harold Alexander, Atlee, Morrison, Bevin, Lord Beaverbrook, e algunhas mais.
↑Sobre esta recopilación, su editor dice: "Compañero de Eugeni Xammar, Augusto Assía vivió en Berlín desde el año 1927 hasta el 1933, cuando fue expulsado. Con un periodismo ágil y vibrante, escribió las crónicas desde Berlín que le publicaron en La Vanguardia con gran éxito. Traducidas por Enric Vila, con su estilo arrebatado de costumbre, son un documento excepcional, en una hermosa prosa, para entender como fue posible un fenómeno como el ascenso del nazismo al poder".