El rey Alfonso IX de León había contraído matrimonio en 1190 con Teresa de Portugal, con quien tuvo tres hijos: Fernando (muerto en 1214), Sancha y Dulce; el matrimonio había sido disuelto por el papa Celestino III, dada la consanguinidad de los cónyuges, pues ambos eran nietos de los reyes de Portugal Alfonso y Mafalda; Teresa ingresó en un convento y Alfonso IX se volvió a casar en 1197 con Berenguela, hija del rey de Castilla Alfonso VIII, con quien tuvo otros cinco hijos: Leonor, Constanza, Fernando, Alfonso y Berenguela; este nuevo matrimonio también fue disuelto por el papa Inocencio III por el mismo motivo de parentesco, ya que Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla eran primos, por ser ambos nietos de Alfonso VII de León y Berenguela de Barcelona.
En 1214, murió Alfonso VIII de Castilla; le sucedió su hijo Enrique, que murió accidentalmente tres años después sin descendencia, y el trono de Castilla fue ocupado por Fernando, nieto de Alfonso VIII e hijo de Berenguela y de Alfonso de León. Las relaciones entre León y Castilla no fueron todo lo pacíficas que debieran, teniendo en cuenta que ambos reyes eran padre e hijo, y cuando en 1230 murió Alfonso de León, dejó dispuesto en su testamento que su reino debería pasar a las hijas de su primer matrimonio Sancha y Dulce, a pesar de que anteriormente se había comprometido a dejar como su sucesor a Fernando.[1]
El reino de León se dividió en dos bandos opuestos: los partidarios de ascender al trono a Fernando, que contaban con el apoyo del reino de Castilla, y los de otorgar la corona a Sancha y Dulce, que tenían el respaldo de la Orden de Santiago, la cual había recibido del rey el lugar de Castrotorafe con el compromiso de apoyar a las infantas.
El tratado
Ante la inminencia de una guerra entre ambos partidos, las dos exmujeres de Alfonso de León, Teresa y Berenguela, se entrevistaron en Valencia de Don Juan,[2] buscando una solución pacífica a la cuestión sucesoria.
La Concordia fue firmada en Benavente el 11 de diciembre de 1230. Según las condiciones del acuerdo, las infantas renunciarían a sus derechos al trono de León y, a cambio, a cada una de ellas se le asignarían de por vida una docena de señoríos por los que percibieron una renta anual de 15 000 maravedíes,[3] que serían reducidos a 10 000 en caso de entrar en religión y suspendidos en caso de matrimonio.[4][5]
Pocos días después, Fernando fue coronado rey, uniendo así los reinos de Castilla y de León en la Corona de Castilla.