La ecología política es el estudio de las relaciones entre los factores políticos, económicos y sociales con los conflictos y cambios ambientales. La ecología política difiere de los estudios ecológicos apolíticos al politizar los problemas y fenómenos ambientales.
Esta disciplina académica ofrece estudios de amplio alcance que integran las ciencias sociales ecológicas con la economía política[1] en temas como la degradación y la marginación, los conflictos ambientales, la conservación y el control, y las identidades ambientales y los movimientos sociales.[2]
Orígenes
El término "ecología política" fue acuñado por primera vez por Frank Thone en un artículo publicado en 1935.[3] Se ha utilizado ampliamente desde entonces en el contexto de la geografíahumana y la ecología humana, pero sin una definición sistemática. El antropólogo Eric R. Wolf le dio una segunda vida en 1972 en un artículo titulado "Propiedad y ecología política", en el que analiza cómo las reglas locales de propiedad y herencia "median entre las presiones que emanan de la sociedad en general y las exigencias del ecosistema local", pero no desarrolló más el concepto.[4] Otros atribuyen los orígenes del término a otros trabajos tempranos de Eric R. Wolf, Michael J. Watts, Susanna Hecht y otros autores en los años setenta y ochenta.
Este campo académico se originó gracias al desarrollo de la geografía del desarrollo y la ecología cultural,[5] particularmente el trabajo de Piers Blaikie sobre los orígenes sociopolíticos de la erosión del suelo.[6] Históricamente, la ecología política se ha centrado en los fenómenos y en el mundo en desarrollo; desde sus inicios, "la investigación ha tratado principalmente de comprender la dinámica política que rodea las luchas materiales y discursivas sobre el medio ambiente en el tercer mundo".[7]
Los académicos en ecología política provienen de una variedad de disciplinas, que incluyen geografía, antropología, estudios de desarrollo, ciencias políticas, economía, sociología, silvicultura e historia ambiental.
El amplio alcance y la naturaleza interdisciplinaria de la ecología política se presta a múltiples definiciones. Sin embargo, existe un cierto consenso sobre el término. Raymond L. Bryant y Sinéad Bailey desarrollaron tres supuestos fundamentales en la práctica de la ecología política:
Primero, los cambios en el medio ambiente no afectan a la sociedad de manera homogénea: las diferencias políticas, sociales y económicas explican la distribución desigual de los costos y beneficios.
Segundo, "cualquier cambio en las condiciones ambientales debe afectar el status quo político y económico".[8]
En tercer lugar, la distribución desigual de costos y beneficios y el refuerzo o la reducción de las desigualdades preexistentes tienen implicaciones políticas en términos de las relaciones de poder alteradas que luego resultan.
Además, la ecología política intenta proporcionar críticas y alternativas en la interacción del medio ambiente y los factores políticos, económicos y sociales. Paul Robbins afirma que la disciplina tiene un "entendimiento normativo de que es probable que existan formas mejores, menos coercitivas, menos explotadoras y más sostenibles de hacer las cosas".[9]
A partir de estos supuestos, la ecología política puede usarse para:
informar a los formuladores de políticas y organizaciones sobre las complejidades que rodean el medio ambiente y el desarrollo, contribuyendo así a una mejor gobernanza ambiental;
comprender las decisiones que toman las comunidades sobre el entorno natural en el contexto de su entorno político, presión económica y regulaciones sociales;
mirar cómo las relaciones desiguales en y entre las sociedades afectan el medio ambiente natural, especialmente en el contexto de la política gubernamental.
Alcance e influencias
El movimiento de la ecología política como campo desde su inicio en la década de 1970 ha complicado su alcance y objetivos. A través de la historia de la disciplina, ciertas figuras han cobrado más relevancia, en detrimento de una mejor determinación del enfoque del campo disciplinar. Peter A. Walker traza la importancia de las ciencias ecológicas en la ecología política.[10] Señala la transición, para muchos críticos, de un enfoque "estructuralista" a través de los años 70 y 80, en el que la ecología mantiene una posición clave en la disciplina, a un enfoque "postestructuralista" con énfasis en la "política" en ecología política.[11] Este giro ha planteado preguntas sobre la diferenciación con la política ambiental, así como el uso del campo del término de "ecología". Las investigaciones en el campo de la ecología política han pasado de investigar la influencia política en la superficie terrestre a enfocarse en influencias espaciales-ecológicas en las políticas y el poder, un foco que recuerda a los estudios sobre políticas del medio ambiente.
El campo académico se nutrió mucho de la ecología cultural, una forma de análisis que mostró cómo la cultura depende y está influenciada por las condiciones materiales de la sociedad. Según Walker, la ecología política ha eclipsado en gran medida a la ecología cultural como una forma de análisis.[12] Como afirma Walker, "mientras que la ecología cultural y la teoría de sistemas enfatizan la adaptación y la homeostasis, la ecología política enfatiza el papel de la economía política como una fuerza de mala adaptación e inestabilidad".[13]
Los ecologistas políticos a menudo usan marcos de economía política para analizar los problemas ambientales. Los primeros y destacados ejemplos de esto fueron Violencia silenciosa: alimentos, hambruna y campesinado en el norte de Nigeria por Michael Watts en 1983, que relacionó la hambruna en el norte de Nigeria durante la década de 1970 a los efectos del colonialismo, en lugar de una consecuencia inevitable de la sequía en el Sahel, y La economía política de la erosión del suelo en los países en desarrollo por Piers Blaikie en 1985, que rastreó la degradación de la tierra en África a las políticas coloniales de apropiación de la tierra, en lugar de la sobreexplotación por parte de los agricultores africanos.