La filosofía en Ecuador se ha desarrollado a lo largo de toda su historia y ha evolucionado de acuerdo a las distintas épocas. Por lo tanto, para poder estudiarla, previamente se definirá filosofía de la manera en la que se lo ha hecho en ese país, es decir como "Pensamiento".[1] De esta forma se puede incluir dentro de una categoría amplia las distintas filosofías que se han dado en todas sus variantes: con un sistema filosófico o sin un sistema, con temáticas religiosas o seculares, o por su enfoque ontológico, ético y estético.
La teología se empezó a estudiar en la Real Audiencia de Quito a través de la fundación de colegios religiosos y universidades gracias a la labor de las distintas órdenes religiosas que se asentaron poco a poco desde la fundación: dominicos, agustinos, franciscanos, mercedarios y jesuitas. Lo más destacado del inicio del siglo XVII fue la labor del jesuita Juan de Atiencia,[2] quien había sido condiscípulo de Francisco Suárez y que desde entonces se dedicó a difundir su obra. En el seminario de San Luis, que fue fundado en 1594 también se empezó a difundir las obras suarecianas gracias al padre Ignacio de Arbieto y del padre Juan Perlín que después enseñaría en Alcalá, Madrid y Colonia.[3] Sobre el padre Arbieto es importante destacar que según el estudio de la filosofía en Quito Colonial de Samuel Guerra, fue "un apasionado discípulo del eximio doctor Padre Francisco Suarez, cuyas obras tenía sumadas y asi tan impromptu, todas sus opiniones, como quien las había escrito". Por otro lado el Padre Perlín[4] pasó de enseñar filosofía en Lima, Cuzco y Quito, a hacerlo en España, según deseo de Suárez para que tome la cátedra en Alcalá, Madrid y Colonia. Específicamente Suárez se refiere a Perlín en los siguientes términos:[3]
Yo nunca vi al dicho Padre ni sus obras o trabajos, más por las varias informaciones que tengo de su talento en letras y uso dellas, y de su mucha religión, tengo de él grande estima; por la voluntad que en sus cartas me ha mostrado, le tengo grande amor. Y por ambas cosas he deseado mucho su venida a España, y que honrase y ayudase la provincia de Castilla en la Universidad de Salamanca, por ser aquel puesto de tanta importancia, y realmente estar aquella provincia muy falta de una persona grave y eminente en este ministerio.
Escolástica tardía
Posteriormente se funda la universidad San Gregorio de la Compañía de Jesús en 1622. Aquí la teología que empezó a tomar preferencia fue de Antonio Rubio y se seguía su Cursus físicamente, evitando escribir, lo que explica la escasez de libros en la primera mitad del siglo XVII. Dentro de esta época los teólogos más destacados eran Antonio Ramón de Moncada, Íñigo Pérez, Diego de Ureña, Sebastián Luis Abad, Baltasar Ignacio de Pinto y Florencio Santos.[3]
Además de la reproducción del conocimiento de la península, a partir de la segunda mitad del siglo XVII, empiezan a destacar teólogos que en sus cursos y con sus tratados ganaron fama, llegando a publicar sus libros en Europa y también traduciéndolos a otros idiomas. Como ejemplo, fue importante la labor de los hermanos Peñafiel: Alonso de Peñafiel y Leonardo de Peñafiel.[5]
En el caso de Alonso sus publicaciones importantes fueron: un Tratado de Teología publicado en León, España[6], su Curso de Artes en tres volúmenes, publicado entre 1653 y 1655. Además también publicó un trabajo sobre las excelencias de las tres órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara. Por otro lado Leonardo, fue conocido por sus Disputaciones Teológicas, sus Disputaciones escolásticas y morales, y su Tratado sobre la Encarnación. Los hermanos Peñafiel ganaron fama al dictar cursos en el Colegio Máximo de San Pablo de Lima lo que les permitió posteriormente publicar sus libros en España.
siglo XVIII
Escolástica tardía, todavía
Esta forma de hacer filosofía, antes que buscar la originalidad valoraba la fiel repetición de los grandes maestros, como era muy común en la época y duró hasta el primer cuarto del siglo XVIII.[3] Esto hizo que los nuevos desarrollos en la filosofía del siglo XVII, especialmente las publicaciones de Descartes, no hayan sido tomadas en cuenta de forma positiva. Contrario a lo que se cree, no es cierto que libros como las Meditaciones de Descartes no hayan llegado por prohibiciones a las universidades de la Real Audiencia, sino que llegaban pero eran catalogados como incorrectos y sus escritos eran tomados en cuenta pero solo para ser refutados[3]. El autor más importante que llevó esta forma de hacer filosofía al siglo XVIII fue Jacinto Morán de Butrón. Más conocido como biógrafo de Santa Marianita de Jesús, o como historiador de Guayaquil, la verdad es que Morán de Butrón destacó sobre todo por sus cursos y los libros que escribió para dictarlos. De aquí que por su buena fama después le solicitarían realizar la biografía y la historia por las que es conocido. Morán de Butrón era implacable en los debates y refutaba siempre a sus adversarios defendiendo la tradicional teología, sin embargo a juicio de Samuel Guerra, esto representaba no un avance sino más bien decadencia por la falta de apertura e incorporación de las nuevas ideas que estaban teniendo cada vez más importancia.[3]
Renovación escolástica
A partir del segundo cuarto del siglo XVIII, la escolástica sufrirá una renovación notable gracias principalmente a tres personas: Juan Magnin, Juan Bautista Aguirre y Juan de Hospital. La filosofía se encontraba ante un desafío doble: por un lado incorporar los nuevos desarrollos científicos desde la física de Newton, ideas que habían cobrado especial relevancia desde la Misión Geodésica, y por otro lado incluir los nuevos desarrollos filosóficos especialmente realizados por Descartes y Spinoza. El mérito de Magnin fue incorporar el sistema cartesiano, "reformándolo" dentro de su sistema teológico y ya no solo limitarse a refutarlo y rechazarlo como anteriormente sucedía. Esto lo hizo incorporando también los nuevos descubrimientos científicos y reorientando a la teología con su "Milliet en armonía con Descartes o Descartes reformado".[7] Por otro lado el trabajo de Bautista Aguirre, conocido sobre todo por su poesía, que la desarrolló al inicio de su vida, pero reconocido ahora por sus contribuciones a la renovación de la teología, es importante destacar su Tratado de Física. En él Bautista Aguirre incorpora observaciones empíricas, de otros autores y las suyas propias a través del uso de un microscopio de Coff que había sido traído a la Real Audiencia por los jesuitas[7]. En su física trata temas como la geodesia desde su perspectiva como habitante de un territorio situado en el ecuador terrestre (en esa época ese país aun no adoptaba ese nombre, lo que corresponde a un antecedente importante) y las distintas teorías cosmológicas, donde desarrolla un análisis del sistema de Copérnico frente al Ptolemáico. Termina haciendo un intermedio entre las dos a partir del sistema de Tycho Brahe que a su juicio armonizaba tanto la revelación como los nuevos descubrimientos científicos. En el último libro desarrolla disputaciones sobre el continuo, las matemáticas y los distintos tipos de infinitios categoremáticos y sincategoremáticos. Además de su física, Bautista Aguirre también publicó libros de Lógica y Metafísica importantes que fueron recopiladas en las notas de clase de sus alumnos.[3] Es importante notar que la forma de realizar filosofía se mantenía con las clásicas disputacionesescolásticas en donde se discutía a autores anteriores, refutando las anteriores posiciones y terminando con una posición propia del autor que era finalmente defendida.
En el último cuarto del siglo XVIII, se dio la renovación de la filosofía pasando de la anterior escolástica a una filosofía ilustrada, gracias al trabajo de Eugenio Espejo quien fue conocido sobre todo como precursor de la independencia pero que su trabajo filosófico y teológico fue muy amplio. La ilustración en Ecuador y los demás países hispanoamericanos se caracterizó por ser una ilustración católica, a diferencia de las otras versiones de otros países como Francia donde el ateísmo y el deísmo fueron más comunes.[8] Espejo, en el ámbito estético tradujo el tratado De lo sublime, de Longino y utilizó estas herramientas para analizar los sermones que se daban en la Real Audiencia de Quito.[9] Además reemplazó el formato de las disputaciones, por un diálogo, similar a los clásicos diálogos platónicos. En lo ético, sin dejar del todo el derecho canónico, dio énfasis al derecho natural, que lo consideraba más científico, según lo había desarrollado Hugo Grocio y Pufendorf. Para Espejo, el fin de la ética era la felicidad humana, y es famoso por su frase "Al amparo de la cruz, sed libres. Conseguid la gloria y la felicidad”[9]. En lo pedagógico, al haber estudiado todas las carreras disponibles en la Real Audiencia, Espejo buscó la renovación de la enseñanza, teniendo como referencia el trabajo sobre la educación de Locke. En cuanto a lo metafísico, su enfoque fue más bien hacia la ciencia, antes que desarrollar su propio sistema filosófico. Como referencias científicas tenía a los novatores, los científicos españoles de la primera mitad de ese siglo[9]. Por último, para transmitir sus ideas, no lo hizo escribiendo un tratado que lo dictaba en un curso, similar a los escolásticos, sino que hizo uso de la imprenta, discutía sus ideas en sociedades de amigos, y los difundía a través de su periódico.
siglo XIX
Ilustración católica en la independencia
Durante la primera mitad del siglo XIX, la forma de difusión de las ideas, la temática y contenido de la ilustración continuó desarrollándose, especialmente con el trabajo de Fray Vicente Solano. Como teólogo buscó difundir los nuevos descubrimientos científicos, similar al trabajo hecho antes por Benito Jerónimo Feijoo con su Teatro Crítico Universal. Para ello, Solano publicó sus "Estudios sobre física e historia natural"[10], donde trata sobre la teoría del aspecto físico de la tierra, la vista de los animales, las plantas que se encontraban en la región andinas, entre otros temas. En cuanto a la filosofía política, debido a que vivió durante las guerras de la independencia desarrolló una teoría de un Imperio Republicano como forma de gobierno que la propuso, delineando inclusive los artículos que la constitución debería tener[10]. Todo esto lo difundía a través de su periódico que había fundado en la ciudad de Cuenca. Trató sobre los escritos del filósofo español Jaime Balmes e hizo análisis sociológicos que buscaron "predecir" las futuras tendencias, llegando a sentenciar que durante lo que queda del siglo la influencia de Rusia sobre Europa y Estados Unidos sobre América van a ser de capital importancia.[10]
De esta manera empezaría una tendencia, cada vez más marcada en Ecuador, de enfocar la filosofía a aspectos éticos y estéticos, quitando énfasis en la ontología, para ser tratada, más bien, a través de matemáticas y ciencia. Esta tendencia sería confirmada y expandida en el siglo XX gracias al trabajo de Modesto Paredes y a su ensayo "El Porvenir de la Filosofía y los Métodos Sociológicos". Además de esto, Solano a través de sus "Cartas Ecuatorianas" empezaría una tendencia importante que seguirían el resto de publicaciones de ese siglo, es decir el ensayo. Estos empezaron a cobrar importancia por la época convulsa que significó las guerras de independencia en Ecuador. Es notable leer a Rocafuerte en sus ensayos políticos[11], donde admitía que dada la circunstancia, no es posible desarrollar grandes teorías sino más bien optar por una mayor rapidez y difusión de nuevas ideas que eran necesarias para la naciente república.
Romanticismo
En Ecuador, alrededor del romanticismo no se desarrolló un pensamiento sistemático, en lo que a filosofía se refiere. Existen «elementos románticos» a través de los cuales se pueden identificar a autores, generalmente más relacionados con la literatura como Mera y Crespo Toral, que a la filosofía. La excepción sin embargo fue Juan Montalvo, quien a pesar de su vocación literaria, al verse influenciado de autores como Chateaubriand y Víctor Hugo, si desarrolló ideas estéticas, éticas y epistemológicas. Lo más destacado en este sentido corresponde a su ensayo "De los animales" donde hace una distinción entre inteligencia y alma. Además, su ensayo de "La virtud antigua y la virtud moderna", hace una fundamentación romántica de la moralidad. Además de esto su obra más filosófica se encuentra en sus ocho ensayos distribuidos en los Siete Tratados y la Geometría Moral.[12]
A esta etapa también corresponden las reflexiones del venerable Julio Matovelle, en su curso de ciencias políticas, quien siguiendo a Fray Vicente Solano en la propuesta de una filosofía política conservadora, propuso una nueva donde se puede ver varios aspectos importantes que permiten identificar el paso de la ilustración católica anterior a un romanticismo, como es aceptar una república católica a pesar de que una monarquía sería más deseable, mantener la tradicional teología tomista y aristotélica pero redefinirla ya no como filosofía política sino como ciencia, desarrollando la distinción entre ciencia en sentido laxo y estricto. Es importante la presencia sí de una metafísica, pero redireccionada en su enfoque hacia el ámbito social, la ética y la filosofía moral como el nuevo propósito de la filosofía.[13]
siglo XX
Positivismo spenceriano
Durante la primera mitad del siglo XX, la sociología empezó a cobrar fuerza dentro de Ecuador a partir de la fundación de la facultad. Según el trabajo de Roig[14], se puede identificar un positivismo con influencias de spencerianas y krausistas dentro de los trabajos sociológicos de ese época. Esto dotó a las teorías desarrolladas de un "marcado psicologismo y biologismo”. Esta escuela empezó con las clases impartidas por Agustín Cueva Sáenz en la Universidad Central de Ecuador quien difundía y enseñaba las teorías de Spencer, Durkheim, Fouillée, Salas Ferré, Giddings y Tarde. De este grupo, es importante destacar a autores como Belisario Quevedo, Ángel Modesto Paredes y Luis Bossano[15].
Con la muerte de Spencer, su determinismo biológico fue muy criticado, especialmente por Durkheim y por Talcott Parsons quien llegaría a preguntarse famosamente ¿Quién lee ahora a Spencer? en 1938. Sin embargo gracias al trabajo de Cueva Sáenz, la influencia de este autor siguió teniendo fuerza en el desarrollo filosófico de Ecuador. Las teorías elaboradas por Quevedo, Modesto Paredes y Bossano entendían a la sociedad como un organismo que se debía desarrollar y proponía una visión alternativa de la sociedad a la tradicionalmente existente que se basaba en la metafísica y moral tomista. Por esta razón, a pesar de que en el mundo empezó a disminuir la fama de Spencer de manera súbita, en este país continuaba siendo una alternativa ya que se estaban viviendo momentos de transformación y el laicismo se imponía finalmente. Además la relación cercana de Spencer con Charles Darwin, quien había visitado en el siglo pasado ese país para el desarrollo de su teoría de la evolución daba muchas más razones a los autores para desarrollar una filosofía en torno a estas ideas. No obstante los autores conscientes también de la época en la que vivían, inicios del siglo XX, la revolución bolchevique y las guerras mundiales buscaron actualizar la filosofía de spenceriana con las nuevas ideas políticas. Además, la relación entre el positivismo que era el abandono de la metafísica, en este caso particular la católica, y el progreso que impartía la filosofía de Spencer permitía el desarrollo de teorías que cumplían más cabalmente el estándar científico de esa época y al mismo tiempo proponían una dirección a Ecuador. El paso de un paradigma al otro lo desarrolló Belisario Quevedo con su tesis de que la región sierra en Ecuador era romántica, mientras que la costa era positivista, y en esta última se encontraba el futuro. Este pensamiento hacía eco de la novela A la Costa de Luis A. Martínez. Más adelante Modesto Paredes y Bossano desarrollarían esta filosofía de manera más profunda buscando conciliar al mismo tiempo una ontología positivista con una ética socialista para de esta forma concebir la sociedad ecuatoriana y proyectarla hacia el futuro. Examinaron temas como el regionalismo, la raza, metodología científica e historia.[15]
Marxismo
El influjo de Spencer fue evolucionando y en la segunda mitad del siglo XX la filosofía en Ecuador pasó a convertirse en marxismo. Los trabajos más importantes en este sentido fueron los de Agustín Cueva (hijo de Cueva Sáenz) y también las publicaciones de Bolívar Echeverría. Si bien ambos autores tienen diferencias marcadas, existen puntos en común importantes tanto en la reinterpretación de la filosofía marxista para aplicarlo a América Latina, así como el desarrollo estético del mismo al analizar tanto la literatura en el caso de Cueva[16], como la pintura, arquitectura, literatura en el caso de Echeverría[17]. Su trabajo fue realizado en México y la influencia que tuvieron estos autores en el resto de América Latina fue notable.
En el caso de Echeverría, además de su análisis sociológico y el "ethos barroco" sus publicaciones filosóficas fueron principalmente:
El discurso crítico de Marx: lectura del Capital en tres partes apariencia, esencia, desmitificación.
Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social: que tratan sobre los esquemas de reproducción del capital social.
El materialismo de Marx: comentario sobre las tesis de Feuerbach.
Valor de uso y utopía: desarrollo del concepto de valor de uso a través de Walter Benjamín.
Por su parte, Agustín Cueva desarrollaría la teoría de la dependencia de América Latina frente al resto de países desarrollados, elaboraría una teoría de dominación política que sería aplicada tanto a Ecuador como a América Latina en general y haría una lectura de Marx en su libro publicado en 1987 titulado La teoría marxista. Esta filosofía se extendería a su vez hacia la historia con el enfoque materialista y dialéctico desarrollado por Enrique Ayala Mora uno de los principales historiadores de ese país, y también protagonistas del proyecto de reescribir la historia de Ecuador con un enfoque distinto y en un trabajo en equipo, a partir de lo cual se concretaría en la publicación de la Nueva Historia del Ecuador en un total de 15 tomos que se extiende hasta los inicios del siglo XXI.[18]