La victoria de Italia en la Copa Mundial supuso un punto de inflexión para el fútbol nacional, que había crecido mucho en los últimos años gracias al trabajo de Vittorio Pozzo, en el cargo desde 1929.[1] El seleccionador introdujo una nueva táctica, basado en el modelo de pirámide de la época (2 defensas, 3 mediocentros y 5 delanteros) por el que dejaba dos centrales escalonados en el área, retrasaba la posición de los centrocampistas de banda y daba protagonismo en ataque a los interiores.[1] El llamado «Método» sentó las bases del fútbol defensivo actual.[1]
La selección italiana siguió ganando títulos durante la década de 1930 y asumió un papel de potencia mundial, con una generación de grandes futbolistas liderada por Giuseppe Meazza. Seis meses después de su victoria, la azzurra se enfrentó a Inglaterra en la llamada «Batalla de Highbury», y aunque perdió por 3–2 su actuación sirvió para cuestionar el tradicional dominio británico. En 1936 ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín con un equipo formado por estudiantes. Y en la Copa Mundial de Fútbol de 1938 consiguieron revalidar el título, apostando siempre por la seguridad defensiva. Pozzo se mantuvo como seleccionador hasta 1948.[1]
Los logros de Italia recibieron una notable cobertura en los medios de comunicación nacionales, que convirtieron a este deporte en un fenómeno de masas.