Puede referirse a la pintura de la Edad Contemporánea, o limitarse a la del siglo xx, o al periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial (1945). Para mayor confusión, se utiliza también muy extensamente el concepto de pintura moderna, tanto en oposición como en identificación con él.[1]
Siglo XIX
Final del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX
Desde el siglo XVII, con la aparición de las academias, se fueron estableciendo los cánones del clasicismo pictórico, pero no fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII, con la Ilustración, que llegan a establecerse como convenciones impuestas a la práctica del oficio en la totalidad del ámbito cultural europeo occidental. Simultáneamente aparecen la crítica y la historiografía del arte como actividades definitorias del gusto artístico dominante, cuyo seguimiento se fomenta entre los pintores a través de la enseñanza, de los encargos institucionales y privados, y de la convocatoria de exhibiciones, certámenes o salones artísticos como el Salon de peinture et de sculpture o Salon de Paris ("Salón de pintura y de escultura" o "Salón de París", desde 1725).
Por comparación con la gigantesca figura de Goya, la pintura neoclásica española de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX ha sido habitualmente minusvalorada, pero contó con pintores de la talla de Anton Raphael Mengs, que en su época era considerada la máxima autoridad académica a nivel europeo, Paret, Meléndez o Vicente López, el discípulo de Goya autor de su más famoso retrato. El academicismo pictórico presidió la totalidad del siglo XIX a través de los géneros de más demanda institucional en España: el retrato y la pintura de historia.
El prerromanticismo convivió con el neoclasicismo en las décadas finales del siglo XVIII. No solamente se manifestó en la pintura anticipadora de Goya, sino en la de William Blake, Johann Heinrich Füssli o Giovanni Battista Piranesi. En el ámbito de la especulación teórica, el romanticismo incluyó una redefinición del concepto de belleza, y en concreto la aparición de un nuevo concepto: el de lo sublime, la belleza terrible y sobrecogedora propia de los elementos desatados y de la naturaleza en estado salvaje, ajena a la serenidad estética del neoclasicismo, y que encontrará plasmación pictórica en los paisajes de Caspar David Friedrich y de Turner. Es muy significativa una anécdota que enfrentó a Turner con su coetáneo Constable. Éste, quejándose del atrevimiento de su competidor, que había añadido una impactante pincelada de minio en mitad de su cuadro después de haberse colgado al lado del suyo propio en la exposición de la Royal Academy (1817), resumió perfectamente el impacto de la nueva Archivo: [veo que] ha estado aquí, [porque] ha disparado su arma.[4]
En los salones franceses monopolizados por el academicismo, la exhibición de La balsa de la Medusa de Gericault (1819) supuso un escándalo de mucho mayores dimensiones. Frente a los demás cuadros, equilibrados y convencionales, mostraba cadáveres descompuestos en un primer plano, contrastaba gestos de desesperación y entusiasmo de un abigarrado grupo de personajes que dan la espalda al espectador (ajenos al decorum[5] que se pretendía de las representaciones heroicas), y evidenciaba la pequeñez de la humanidad frente a un entorno natural hostil. En el contexto de la revolución de 1830, la alianza de la libertad del arte con la libertad política quedó plasmada en La libertad guiando al pueblo, de Delacroix.
Grupos de pintores alemanes e italianos, los denominados nazarenos y puristas, pretendieron encontrar la belleza originaria de la pintura en la simplicidad formal y la renuncia a todo artificio, preludiando movimientos posteriores.
Segunda mitad del siglo XIX
Precedidos por Courbet, considerado por algunos como iniciador de la pintura independiente, dos pintores franceses cubren la segunda mitad del siglo XIX, pasando por todos los movimientos rupturistas y haciendo de "maestros de pintores": Édouard Manet y Paul Cézanne, cuya identificación con realismo o impresionismo no pasa de ser una etiqueta historiográfica que no cubre la totalidad de sus amplias y complejas trayectorias.
El romanticismo ya había plasmado en la pintura el protagonismo histórico de las masas (visible en Goya y Delacroix), pero Courbet no necesitó para ello emplear temas heroicos, sino cotidianos, traspasando los límites de la obscenidad. Técnicamente, encontró recursos expresivos en la pincelada gruesa, el aspecto inconcluso y la composición poco convencional, con encuadres abruptos, que provocaban rechazo. Buscando una total libertad artística, renunció expresamente a transigir con el gusto dominante y expuso por su cuenta, de forma independiente, su provocativo El taller del pintor a las puertas del Salon de Paris de 1855, apoyado por un grupo intelectual en el que se hallaban Charles Baudelaire, Pierre Proudhon y el crítico Jules Champfleury. Entre los pintores que se asocian al movimiento estuvieron el dibujante satírico Daumier y el paisajista Jean-François Millet, procedente de la Escuela de Barbizon (Théodore Rousseau, Corot, quienes previamente habían renovado el paisajismo influidos por una exposición de Constable en París). También estuvo presente el estadounidense Whistler, que se terminó distanciando de Courbet, entre otras cosas, por el atrevimiento del francés en la forma de retratar a una modelo de la que ambos eran amantes (El origen del mundo, 1866).[6]
Simultáneamente, en Inglaterra se desarrollaba la pintura victoriana. El academicismo dominante fue desafiado por las teorías artísticas de John Ruskin, que defendía la superioridad de los modernos frente a los antiguos (comparando a Turner con las convenciones vigentes desde el renacimiento al neoclasicismo). Se abrieron paso nuevos movimientos de renovación pictórica, especialmente el liderado por Ford Madox Brown y la Hermandad Pre-Rafaelita (Dante Gabriel Rossetti, John Everett Millais, William Holman Hunt), que pretendía recuperar la pureza primitiva de la pintura anterior al siglo XVI. La sensación de pérdida de los valores de la obra artesana bien hecha frente a la producción industrial masificada llevó al movimiento arts and crafts (William Morris, Edward Burne-Jones). Ya a finales de siglo, la escuela de Newlyn se especializó en la representación de escenas marineras.
No obstante, la mayor parte de la producción pictórica, incluida la mayor parte de la de muchos pintores citados, respondía a criterios convencionales y coincidentes con el gusto burgués dominante, lo que les garantizaba su éxito de mercado (retrato pictórico, preciosismo en los acabados y costumbrismo de las escenas de género -Vicente Palmaroli-, pintura de historia institucional y reconstrucciones historicistas -Lawrence Alma-Tadema-), aunque retrospectivamente se califiquen incluso de gusto vulgar o kitsch (art pompier).
El Déjeuner sur l'Herbe y la Olympia de Édouard Manet causaron el Salon des Refusés de 1863 ("Salón de los rechazados") un escándalo similar al que consiguió el Taller de Courbet una década antes. A pesar de su evidente continuidad con el realismo, son considerados el precedente más directo de la gran renovación pictórica del último cuarto del siglo, que en estos cuadros aún no estaba presente.
Desde 1884 se venía celebrando el Salon des Indépendants ("Salón de los independientes") gestionado por la Société des Artistes Indépendants fundada, entre otros, por Albert Dubois-Pillet, Odilon Redon, Georges Seurat y Paul Signac, bajo el lema Sans jury ni récompense ("Sin jurado ni recompensa"). Después de las ocho exposiciones impresionistas (la última, en mayo y junio de 1886), las innovaciones conceptuales que escandalizaban pocos años atrás (y que seguirían siendo explotadas por muchos años más) habían pasado a ser caminos poco estimulantes para los pintores más inquietos, que las encontraban insuficientes para sus necesidades expresivas.
Uno de los más veteranos impresionistas, Paul Cézanne, sin renunciar al color y la luz, encontró ese camino en la simplificación de volúmenes en cuerpos geométricos (esferas, cilindros, conos -pretendía "conquistar París con una manzana"-);[9] Henri de Toulouse-Lautrec en la recuperación del dibujo, extremado en gruesas líneas para el contorno de las figuras; Vincent Van Gogh en la pincelada gestual, prolongada en giros y espirales; Paul Gaugin en la extensión de las superficies planas de colores homogéneos (cloisonné). Buena parte de estos nuevos enfoques tenían explícitas influencias del exótico arte japonés (japonismo), cuyas convenciones tradicionales, bien distintas de las de la pintura occidental, se convertían en alternativas inéditas cuando se aplicaban con los criterios rupturistas de estos pintores.
Los que optaron por una profundización conceptual en el significado de lo representado, frente al que se establecen conexiones misteriosas u ocultas, han sido etiquetados como simbolistas (Odilon Redon, Puvis de Chavannes), denominación ambigua que también se aplica a Gaugin o Van Gogh.
El neoimpresionismo (denominado alternativamente como puntillismo y divisionismo, con distintas implicaciones) de Georges Seurat y Paul Signac planteaba llevar la técnica del impresionismo a su extremo, reduciendo la aplicación de los pigmentos puros a puntos, que observados en la distancia componían las imágenes con un efecto impactante.
El hito fundacional del estilo fue la impactante aparición en las calles de París de los carteles litográficos publicitarios de Alfons Mucha para la actriz Sarah Bernhardt (Gismonda, 1 de enero de 1895), por lo que inicialmente se le llamaba estilo Mucha.[12] La asociación del movimiento con los valores dinámicos de la vida cotidiana de la modernidad, la sociedad de consumo de masas, los nuevos medios de comunicación y la publicidad fue evidente hasta en las diferentes denominaciones que fue recibiendo espontáneamente en cada lugar: en Londres, liberty (por la tienda Liberty & Co.),[13] en Múnich jugendstil (por la revista Jugend -"juventud"-).
La pintura simbolista fue una de las principales manifestaciones artísticas del simbolismo, un movimiento cultural surgido a finales del siglo XIX en Francia y que se desarrolló por diversos países europeos. El inicio de esta corriente se dio en poesía, especialmente gracias al impacto de Las flores del mal de Charles Baudelaire (1868), que influyó poderosamente en una generación de jóvenes poetas entre los que destacan Paul Verlaine, Stéphane Mallarmé y Arthur Rimbaud. El término «simbolismo» fue acuñado por Jean Moréas en un manifiesto literario publicado en Le Figaro en 1886. Las premisas estéticas del simbolismo pasaron de la poesía a otras artes, especialmente la pintura, la escultura, la música y el teatro. La cronología de este estilo es difícil de establecer: el punto álgido se encuentra entre 1885 y 1905, pero ya desde los años 1860 había obras que apuntaban al simbolismo, mientras que su culminación puede establecerse en el inicio de la Primera Guerra Mundial.
En pintura, el simbolismo fue un estilo de corte fantástico y onírico que surgió como reacción al naturalismo de la corriente realista e impresionista, frente a cuya objetividad y descripción detallada de la realidad opusieron la subjetividad y la plasmación de lo oculto y lo irracional; frente a la representación, la evocación o la sugerencia. Así como en poesía el ritmo de las palabras servía para expresar un significado trascendente, en pintura se buscó la forma de que el color y la línea expresasen ideas.
Las denominadas "vanguardias históricas" son las que surgieron en los primeros años del siglo XX, tras un fin de siècle dominado por el modernismo y el simbolismo. Una belle époque en la que la amenaza de la guerra era cada vez más perturbadora (paz armada).
El futurismo de Boccioni y otros pintores italianos, en torno al poeta Marinetti (Manifiesto futurista, 1909), también pretendía aproximarse a una realidad visual más profunda, pero evocando el movimiento y la velocidad, multiplicando la representación sucesiva de la misma figura, con lo que obtenía efectos visuales hasta cierto punto similares a los del cubismo. El Desnudo bajando una escalera de Marcel Duchamp (1912), que fue rechazado por los cubistas cuando fue presentado en el Salon des Indépendants de ese año presentaba características de ambos estilos. Su exposición en el Armory Show de Nueva York (1913) fue ampliamente ridiculizada en la prensa, y contribuyó de forma notable a la difusión de las vanguardias.[15]
En este periodo continuaron desarrollándose las vanguardias históricas de la etapa anterior, y surgieron otras nuevas, en una sucesión frenética de etiquetas y manifiestos. La adscripción de cada pintor a un solo movimiento es en sí misma un error, dada la fluidez de contactos entre ellos y la evolución personal de cada uno; siendo el caso más evidente el de Picasso, que pasó por todos. Otros, como Balthus, negaron explícitamente que los pintores y su pintura debieran ser objeto de clasificación o comentario, sino solo de contemplación.[16]
Expresionismo, Nueva Objetividad y "Der Blaue Reiter"
En un ambiente de mayor libertad expresiva y política, aunque conectado con los presupuestos ideológicos del realismo socialista, se desarrolló el muralismo mexicano, muy implicado en las luchas entre las distintas facciones, que llegó a una extrema violencia durante la presencia de Trotski en México (Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros).
Entre los innumerables ismos que pretenden identificar estilos que se suceden y escinden, a veces como revivals (recuperación de movimientos anteriores -neos-), están el anacronismo (nuevo clacisismo o neomanierismo), la neo-geo (recuperación de la abstracción geométrica), la new image ("nueva imagen"), el Pattern Art o Pattern & Decoration (pintura feminista "de patrones y decoración"). Con la etiqueta neoexpresionismo (nuevos fauves o "nuevos salvajes", también asociado con la equívoca etiqueta neo-pop) se engloba un conjunto de movimientos como la transvanguardia italiana (Francesco Clemente), la bad painting neoyorkina (Keith Haring), la figuration libre francesa, o trayectorias personales difícilmente clasificables, como la de los españoles Miquel Barceló o Pablo Rey, la del colombiano Fernando Botero, la del japonés Takashi Murakami o la de la pareja Gilbert & George.[18]
Pintores contemporáneos
Se ordenan por fecha de nacimiento. Se destacan gráficamente algunos pintores con el fin de marcar periodos cronológicos amplios: de Reynolds a Delacroix, pintores de finales del XVIII y principios del XIX (nacidos hasta 1798); de Daumier a Alma Tadema, pintores de mediados del siglo XIX (nacidos entre 1808 y 1836); de Cezanne a Toulouse-Lautrec, pintores de finales del siglo XIX (nacidos entre 1839 y 1864); de Kandinski a Magritte, pintores de comienzos del siglo XX (nacidos entre 1866 y 1898); de Fontana a Antonio López, pintores de mediados del siglo XX (nacidos entre 1899 y 1936); de Gilbert & George a Murakami, pintores de finales del siglo XX y del siglo XXI (nacidos desde 1942).[19]
Conceptos en la pintura contemporánea
El pintor
Los pintores contemporáneos asisten a las transformaciones socioeconómicas de su época y dejan de estar sometidos a la tutela de los gremios. Su formación puede ser académica o autodidacta, y su relación con el público es completamente distinta a la existente en el Antiguo Régimen: sus clientes preferidos ya no son el clero y la monarquía absoluta, sino un mercado de arte representado por la burguesía, a cuyos gustos pueden responder o no. Si se anticipan a su tiempo y renuncian a cualquier compromiso con la comercialidad, buscando el arte por el arte, pueden ser incomprendidos e incluso pasar penalidades, representando con su propia vida la figura tópica del pintor bohemio, que se reúne con otros artistas de su misma condición en los ambientes marginales de los barrios más conflictivos (como el Montmartre de París).
Las figuras del marchante y del galerista de arte pasan a ocupar un papel esencial en la relación entre pintor y mercado. Desde finales del siglo XX se les ha añadido el curator o comisario artístico de exposiciones y otros eventos.[20]
La provocación
El fin confesado de muchos pintores contemporáneos fue «épater le bourgoise» (escandalizar al burgués), es decir, realizar conscientemente una provocación mediante la transgresión. La búsqueda de sucesivas formas de ruptura de las convenciones nunca tuvo fin, porque, cada vez más rápidamente, lo que era provocador pasaba a ser primero tolerado y después incluido en el mainstream institucional y del mercado del arte, que era el verdadero estímulo para que surgieran nuevas provocaciones, quedando cada vez menos espacio para definir quién era un pintor maldito o dónde encontrar realmente una pintura underground, independiente o marginal. Paradójicamente, los capitalistas estaban encantados de subvencionar las obras revolucionarias que explícitamente pretendían disolver las bases en que sus mecenas se sustentaban; pero que resultaban ser excelentes inversiones.[21]
Jacques Louis David suscitaba el debate político desde una estética totalmente académica. Courbet utilizaba la ruptura estética y el tratamiento de temas sórdidos como un revulsivo que se pudiera trasladar a la dinámica política y social. En 1913, Vladímir Mayakovski y un grupo de artistas rusos, entre los que estaba el pintor David Burliuk, publicaron el manifiesto Bofetada al gusto del público, de explícita intención. Marcel Duchamp pretendía disolver directamente el concepto de arte, de museo y de pintura, pintándole bigotes a la Gioconda. Armando Reverón, construyó un castillo donde vivir y utilizó su propio excremento como pintura desafiando los conceptos artísticos de la época. Andy Warhol identificó con la pintura artística la reproducción mecánica de la imagen. Lienzos intactos fueron convertidos en obras de arte por su mera concepción, con o sin la adición de la firma, o por la estampación de un sello (Malevich y Man Ray, respectivamente).
La reproducción de la imagen
El grabado tenía una tradición secular, pero las posibilidades de reproducción de la imagen se desarrollan de modo impactante con las nuevas técnicas de reproducción de imágenes, especialmente a partir de la fotografía (en desarrollo desde las décadas centrales del siglo XIX). Posiblemente, el impacto más decisivo de la fotografía fue desincentivar la tradicional identificación entre arte e imitación de la realidad, y estimular la búsqueda de otras alternativas, especialmente a través del color, que la fotografía no consiguió reproducir hasta mucho más adelante
El anuncio de los espectáculos se procuró efectuar con el máximo rango artístico, ya que ello repercutía en la afluencia del público. Los modernistas y Toulouse-Lautrec destacaron en ese ámbito.
La escenografía del teatro había contado con artistas de envergadura desde el Renacimiento; pero el teatro burgués del siglo XIX mantuvo por lo general escenas sobrias. Todo lo contrario ocurría en la ópera y el ballet. La compañía de los ballets rusos de Diaghilev y otras producciones ambiciosas y con deseos de impactar en el público, encargaron su escenografía y hasta el diseño de vestuario a artistas de vanguardia: Matisse, Picasso, Dalí y Chagall, figuran entre los grandes escenificadores.
Muchos pintores han tenido activa participación en el cine; algunas veces, suministrando decorados, que han de ser filmados, suministrando imágenes para escenas concretas (colaboración entre Dalí y Alfred Hitchcock) o realizando películas completas. Un género aparte es el denominado cine de animación (Walt Disney).
El cómic, en sí mismo un nuevo arte, se convirtió en un nuevo vehículo de expresión para los artistas plásticos.
El color
En la larga lucha entre color y dibujo que venía librándose en la pintura europea desde la Edad Media, el academicismo había sentenciado el triunfo del dibujo y la línea, concediendo al color un discreto segundo puesto, que ni romanticismo ni realismo habían subvertido. Únicamente algunas individualidades, como Goya o Turner,[4] dieron a la mancha y al color un puesto protagonista en sus obras, que caracterizó también a parte de la pintura victoriana posterior; el resto incluso valoraba la homogeneidad cromática que convertía casi todos los tonos en pardos, tierras u ocres. Incluso se llegó a decir expícitamente que un buen cuadro debía tener el color de un buen instrumento musical de madera.[22]
Los impresionistas pretendían utilizar en la pintura los recientes descubrimientos sobre la naturaleza de la luz y la teoría del color, lo que les llevó al empleo consciente de los complementarios para aumentar los contrastes y a la disposición en el lienzo de colores puros para reproducir en la retina del espectador la mezcla de pigmentos que hasta entonces se confiaba a la paleta del pintor. Los simbolistas o postimpresionistas, especialmente Gauguin y Van Gogh, con el uso de colores vivos, aplicados con gruesas y amplias pinceladas o en superficies relativamente grandes (cloisonismo) hicieron del color un uso violento y liberador, abiertamente conectado con la violencia de las emociones del artista, con la idea de que la manipulación del color podía expresar no el aspecto de los objetos como lo percibía físicamente el ojo, sino el estado de ánimo que evocaban.
Whistler había propuesto la idea de que el color podía tratarse en términos musicales, e intentó por sí mismo su aplicación, aunque usando tonos ligeros. Kandinsky, él mismo un sinestésico (percibía conjuntamente asociados sonidos y colores) desarrolló una especial teoría de la sinestesia en De lo espiritual en el arte (1910). Previamente, los fauves habían encontrado las posibilidades del uso arbitrario del color, que pueden considerarse explícitamente propuestas en el cuadro de Henri MatisseLa Desserte, harmonie en rouge ("El postre, armonía en rojo" -también llamado "La habitación roja"-, 1908), donde la drástica simplificación del trazo muestra la escasa importancia que atribuye al modo en que los objetos son percibidos por el ojo en la vida real.[23] A partir de entonces, los usos radicales del color (especialmente en la abstracción) terminaron por escandalizar al propio Picasso, que llegó a decir que en la búsqueda de la "pintura pura" se terminará por encontrar la "pura pintura", es decir, lo mismo que se vendía por kilos en los estantes de las droguerías. La historia de la pintura posterior le dio la razón, pues pintores como Yves Klein llegaron a identificar con la materialidad del propio pigmento (el "azul Klein") la obra de arte.[24]
La textura
La pincelada y la mancha son elementos muy importantes en la técnica de los pintores de la Edad Contemporánea. La pincelada gruesa no es un invento del impresionismo, la utilizaban muchos maestros antiguos (como Tiziano, del que se decía que daba directamente los colores con las manos); pero ciertamente el efecto acabado es uno de los requisitos de la pintura académica. Una conocida anécdota de Goya describe la impaciencia del maestro por el detallismo con el que su discípulo Vicente López Portaña estaba haciéndole su retrato de 1826. A esas alturas, el estilo de Goya, que ya había realizado las pinturas negras, era el de sus últimas obras en Burdeos. El efecto abocetado fue buscado por otros discípulos de Goya, como Leonardo Alenza; y se convirtió en una de las señas de identidad de los pintores rupturistas del realismo y el impresionismo. Además de Goya, otra de las fuentes que condujeron a los pintores franceses en esta dirección fue el inglés Turner. Sin embargo, la mayor parte de los pintores ingleses de la época, y especialmente los prerrafaelitas, optaban por intensificar los acabados.
Las vanguardias utilizaron estos recursos de forma muy diversa, una vez conquistada la libertad formal más absoluta.
Kandinsky realizó su Primera acuarela abstracta entre 1910 y 1913; y teorizó sobre la pintura abstracta en Uber das Geistige in der Kunst (1911).[25] Otros pintores se aproximaron al mismo concepto por esos mismo años: En un texto de 1910 sobre el futurismo, Boccioni escribió acerca de la abstracción expresiva: "Mi ideal era un arte que expresara la idea de sueño sin representar ninguna cosa durmiente". Su obra Stati d'animo (Estado de ánimo), de 1911, se acerca a ese concepto de la abstracción. Arthur Dove tiene entre sus obras un Abstract Number 2 (Abstracto Número 2), de 1911 y un Fog Horns (Sirenas de Niebla). El rayonismo o cubismo abstracto se desarrolló desde 1912 o 1913 (con el precedente de una exposición rusa de 1909). El suprematismo de Malevich se iniciaba en 1913 con Círculo negro. El sincromismo de Morgan Russell se expuso en el Salon des Indépendants de París de 1913.
La difusión de la obra de Wassily Kandinsky impactó en el grupo De Stijl, formado en 1917, y en otras vanguardias del periodo de entreguerras, que experimentaron con la abstracción (surrealismo abstracto); pero el mayor auge de la pintura abstracta vino con el expresionismo abstracto que desarrolló entre 1945 y 1955 la New York School (escuela de Nueva York). En Europa hubo movimientos similares: el informalismo, el tachismo y la abstracción lírica.
La pintura del paisaje y la naturaleza muerta o bodegón habían sido clasificadas como las más ínfimas en la jerarquía de géneros académica. Obviamente, la pintura contemporánea no respetó tal jerarquía, y ambos géneros pasaron a recibir un interés especial por los principales pintores desde el siglo XIX. Incluso superaron con ventaja frente a la representación de la figura humana los impactos del vanguardismo del XX, puesto que la simplificación de las formas y el rechazo a la imitación de la naturaleza convertía la mayor parte de los temas pictóricos en paisajes oníricos o en bodegones abstractos, inexistentes en la realidad.[27]
La expresión
La sobriedad de las poses estáticas del neoclasicismo contrastaba con el dinamismo y la violencia expresiva del romanticismo. El realismo de mediados de siglo XIX dio oportunidad para que algunos autores, especialmente el caricaturista Daumier o el grabador Gustavo Doré, experimentaran con la distorsión de la expresión facial y corporal, que ya habían iniciado artistas aislados en la primera mitad del XIX (Goya, William Blake o Füssli).
No obstante, no es hasta finales del siglo XIX cuando se da inicio a la corriente expresionista, que se fecha en El grito de Edvard Munch (1893), y a la que son también muy cercanos algunos pintores calificados de modernistas, especialmente los de la Sezession vienesa (Egon Schiele, Klimt). La etiqueta vanguardista de expresionistas suele aplicarse a distintos grupos de pintores alemanes de antes y después de la Primera Guerra Mundial, con cuyos efectos están muy vinculados (expresionismo alemán); aunque el tratamiento distorsionado de las expresiones caracterizó por la misma época a muchos otros (Modigliani, Solana) incluyendo al propio Picasso (época azul, Guernica) y a los surrealistas. Después de la Segunda Guerra Mundial, los estilos pictóricos alternativos a la abstracción tuvieron una de sus más explotadas posibilidades en la acentuación de la expresión (Lucian Freud -fue muy significativo el escándalo que suscitó su Retrato de la Reina Isabel II de Inglaterra-,[28] Francis Bacon, neoexpresionismo, etc.)
Puede entenderse que el tratamiento de la expresión constituye el eslabón fundamental entre la pintura romántica y la del siglo XX, y por tanto el elemento "tradicional" más evidente dentro de las vanguardias.
La imagen de la mujer que se va representando pictóricamente a lo largo de este periodo fue cambiando sustancialmente. Las representaciones idealistas (heroicas o hagiográficas) convivieron con las eróticas y costumbristas. Prerrafaelitas, simbolistas y modernistas tuvieron en el tema de la mujer uno de sus principales motivos, alternando en su representación lánguida y activa. A finales de siglo, la irrupción del concepto de Nueva Mujer influyó extraordinariamente en las artes plásticas, que se consagró en los años veinte y treinta con el art déco, coincidiendo con la estilización de la moda (Coco Chanel, Christian Dior, Balenciaga). Determinó la aparición de modelos alternativos de mujer, juveniles, activas y desinhibidas, divulgados en las revistas ilustradas mediante dibujos y fotografías (chicas "charlestón", chicas "Penagos", chicas pin-up) y derivó en muy diferentes interpretaciones: la recuperación de su papel tradicional de reposo del guerrero y madre (en el arte nazi), su identificación con el pueblo trabajador (en el realismo socialista), su manipulación como objeto de consumo (en la publicidad, la pornografía y el star-system del cine), etc.
Las vanguardias tuvieron una relación ambivalente con la mujer. Por un lado la consagraron en el papel tradicional de musa de los artistas, que las relegaba a fuente de inspiración o conflicto (las amantes compartidas por Courbet y Whistler, Van Gogh y Gauguin, las múltiples compañeras de Picasso,[29] Sylvia von Harden para Otto Dix,[30] Gala para Dalí); mientras que, por otro lado, alcanzaron un protagonismo como pintoras en un grado muy superior a las medievales o de la Edad Moderna, pero aún restringido a escasos ejemplos (Berthe Morisot, María Blanchard, Tamara de Lempicka, Frida Kahlo, Dora Maar).
El concepto
El propio concepto pasó a ser, en algunas interpretaciones radicales del vanguardismo pictórico, lo único que importaba en la representación plástica, mientras que la realización efectiva pasaba a ser algo secundario. Tales fueron principalmente el surrealismo (para el que la técnica formal -pinceladas, collages, frottages, grattages- o incluso el arte mismo elegido para la representación -escritura, cine o pintura-, importaba menos que el mundo onírico interior que se comunicaba al exterior), las actividades difícilmente clasificables de Duchamp (que explícitamente pretendía destruir el propio concepto de arte y pintura -incluso destruir físicamente los museos-), el arte conceptual o idea art, los happenings y el fluxus el body art el pop-art, el minimal, las instalaciones o cualquiera de las formas de intervención artística que por alguna razón se asocien con lo pictórico, aunque los límites entre los distintos artes (y entre lo que es arte y no lo es) se hayan difuminado hasta desaparecer.
En una famosa anécdota, al preguntarles qué salvarían de un incendio en el Museo del Prado, Jean Cocteau respondió que salvaría el fuego, y Dalí que el aire de Las Meninas.[31]
Temas y tratamientos en la pintura contemporánea
Los géneros y los temas pictóricos fueron objeto de la tratadística académica, y clasificados jerárquicamente. Por mucho que los movimientos rupturistas de la pintura contemporánea pretendieran rebelarse contra todo tipo de ataduras, era imposible que dejaran de referirse a ellos, aunque fuera para subvertirlos. La repetición de temas, y muy a menudo la referencia explícita a las formas en que se habían tratado en la historia de la pintura; incluye a muchos de ellos en una tradición secular que se reinterpreta de distintas formas.
«Locus amoenus»
La representación de escenas plácidas en las que un grupo de personas se solazan en la naturaleza o en jardines, siguiendo el tópico literario del locus amoenus, fue una constante en la pintura contemporánea. Una variación, que incorporaría el tema del desnudo, fueron las escenas de baño, desde los interiores pintados por Degas, hasta las más atrevidas versiones cubistas.
Amor y muerte
La muerte, uno de los temas universales, con el amor (son las dos caras -Eros y Tanathos- de una misma realidad: la vida); fue siempre un tema muy tratado en pintura, especialmente en la pintura religiosa cristiana (el crucificado, los martirios). La Edad Contemporánea buscó sus propios santos laicos que glorificar tras su muerte: por un lado los héroes y próceres nacionales, y por otro los antihéroes más radicales: los suicidas.
Guerra y represión
La guerra ha tenido un tratamiento muy distinto en la pintura contemporánea que en las otras épocas. Con alguna notable excepción (el Socorro de Bahía de Maíno o La rendición de Breda de Velázquez), las representaciones de batallas siempre se hicieron, a lo largo de la historia de la pintura (Mosaico de Issos, Batalla de San Romano, Batalla de Anghiari) para glorificar a la figura heroica de un rey o militar victorioso y destacar los momentos cruciales del enfrentamiento o la victoria. Sin embargo, las revoluciones contemporáneas ponen a las masas en el protagonismo de la historia; mientras que la derrota (el más habitual destino de los humildes), aunque desafortunada, cobra un rasgo de dignidad no exento de esperanza. La represión emerge como un tema heroico, que pone al que la sufre (el derrotado) y no al que la ejerce (el poderoso) en la posición del héroe. La propia guerra deja de ser enaltecida para ser criticada por la crueldad y miseria humana que origina, especialmente a partir de la serie de grabados de Goya Los desastres de la guerra. El punto de inflexión es muy evidente en las abundantes representaciones de Napoleón Bonaparte: con la dignidad de un emperador romano mientras ocupa el poder, y sometido a toda clase de sentimientos y penalidades, en las pinturas de historia posteriores. En cuanto a la pintura de batallas, que había sido un género importante desde el Renacimiento, siguió disfrutando de una gran popularidad y encargos institucionales, incluso se convirtió en una especialidad casi exclusiva de algunos pintores (pintura militar, pintura de guerra, pintura naval);[33] aunque por lo general ha sido minusvalorada en la historiografía del arte.[34]
El gesto en la expresión y en la pincelada
Con el término "gesto" se refiere en pintura tanto a la expresión corporal y facial de los hombres o mujeres representados, como al trazo de la pincelada, que marca como una firma la personalidad del pintor (su "estilo"), de una manera tan propia como su "paleta".
La representación de fondos arquitectónicos (arquitecturas es la denominación convencional) había sido habitual en la pintura medieval y lo siguió siendo en la de la Edad Moderna, pero como un marco de las escenas principales y no como el motivo central.[38] Sí lo había sido en uno de los estilos pompeyanos. En la pintura contemporánea, sí que hay ejemplos, no muy generalizados, de edificios tomados como motivo central de un cuadro, del mismo modo que los paisajes naturales en la pintura de paisaje.
La pintura, tema autorreferencial
El cuadro dentro del cuadro es un tema presente en la historia de la pintura desde el Renacimiento; así como el autorretrato del pintor, especialmente en actitud de pintar algo, o incluso pintarse a sí mismo; además de los retratos de unos pintores por otros, o de grupos de pintores. Los pintores contemporáneos reinterpretan de distintas maneras esta tradición, y en algunos casos la utilizan para ejemplificar sus propuestas conceptuales, formales y estéticas, convirtiendo esas obras en verdaderos manifiestos.[39]
↑Joshua Reynolds, Seven discourses on Art (1769-1790), texto on line, Gutenberg. Reynolds utilizó en su texto distintas expresiones, como great style o grand style; pero la referencia al concepto como grand manner -la palabra manner se aplica también a las "maneras" o "modales", referidos al decorum del retratado- es habitual en la bibliografía posterior y en la museística (British and American Grand Manner Portraits of the 1700s, National Gallery of Art; Grand MannerArchivado el 6 de agosto de 2011 en Wayback Machine., Glosario de la Tate Gallery, donde se pone en relación con el término High Art portrait -"retrato de Alto Arte"-; John Singer Sargent and the Swagger Portrait, Tate -Swagger portrait tiene como traducción directa "retrato de pavoneo"-). Fuentes usadas en Grand manner.
↑ abLos cuadros de Turner y Constable, respectivamente, eran Opening of Waterloo Bridge (Apertura del puente de Waterloo) y Helvoetsluys. La anécdota es citada con variantes por muchas fuentes (por ejemplo, Ball, op. cit.). La frase de Constable citada por H. M. Antia (Numerical methods for scientists and engineers, vol 1, pg. 615) es estuvo aquí, y disparó una pistola. En inglés: Turner has been here and fired a gun (citado en The Telegraph). Las dos obras fueron reunidas de nuevo para una exposición en la Tate en 2009 (véase fotografía).
↑tratar la naturaleza a través de la esfera, del cilindro, del cono, todo ello situado en perspectiva, o sea, que cada lado de un objeto, de un plano, se dirija hacia un punto central (Citado por Teresa Rovira, Problemas de forma: Schoenberg y Le Corbusier, UPC, 1999, ISBN 8483013231, pg. 120).
↑Otros grupos belgas fueron L'Essor (1876-1891), Pour l'Art (1892-1939) y La Libre Esthétique (1894-1914). L'Essor : Règlement et liste des membres, Bruxelles, Imp. Lambert-Stevelinck; Catalogue de la Grande Zwans Exhibition organisée au profit de l'œuvre de la presse (ouvriers sans travail), 1885.
↑Al pedirle que proporcionara algún texto para su exposición retrospectiva en la Tate Gallery (1968), respondió con este telegrama: NO BIOGRAPHICAL DETAILS. BEGIN: BALTHUS IS A PAINTER OF WHOM NOTHING IS KNOWN. NOW LET US LOOK AT THE PICTURES. REGARDS. B. ("Ningún detalle biográfico. Comenzad: Balthus es un pintor del que nada se sabe. Ahora miremos las pinturas. Saludos. B.") Stanislas Klossowski de Rola, Balthus, 1996, New York, Harry N. Abrams, Inc., pg. 18.
↑La selección de los pintores que figuran en esta lista se ha hecho con el criterio de mantener un mínimo equilibrio cronológico, de escuelas nacionales y de estilos. Aunque es imposible que responda a un consenso valorativo (inexistente en este ámbito), sí coincide con los nombres que se destacan en la mayoría de la gran diversidad de los manuales de historia del arte, especialmente hasta mediados del siglo XX. De los pintores españoles posteriores a Dalí, se han incluido únicamente los tres que han recibido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (Antoni Tàpies, Antonio López y Miquel Barceló.
↑The Red Room: Harmony in Red by Henri Matisse (1908): Modern Art Explained: what do you think?, en The Times, 2 de septiembre, 2008, consultado en Times Online en 27 de mayo de 2009. Fuente citada en The Dessert: Harmony in Red (The Red Room).
La más clásica fue un día que fuimos a ver el Museo del Prado con Jean Cocteau, que tenía el espíritu francés más refinado, y al salir había una rueda de prensa, y un periodista salió con la vieja pregunta: ”¿Si se hubiera quemado el Prado qué se hubiera llevado usted?” Yo imaginé lo que iba a decir, que era un plagio griego. Dijo: “Me hubiera llevado el fuego”. Entonces los periodistas se dirigieron a mí: “¿Y usted, qué se hubiera llevado?”. Me puse teatral, hice como que reflexionaba, y dije: “Dalí se llevaría el aire, nada menos, que el aire, y específicamente el aire contenido en Las Meninas de Velázquez, que es el aire de mejor calidad que existe”. Y naturalmente, como el fuego no es un elemento pintable, y el aire es el protagonista de la pintura, el propio Cocteau cogió dos pajas de cóctel, y se las puso en forma de bigote, inclinando la cabeza ante el divino Dalí.
Eso empieza más o menos con Baudelaire, sobre todo, con el ensayo El pintor de la vida moderna, y termina con el texto de Valéry sobre Degas. Ese es el periodo. Todo lo que sucedió antes y después es diferente. Son los dos polos, dos escritos esenciales sobre pintura, y en medio hay muchas otras personas: Huysmans, Fénéon, Thoré, Zola y otros escritores como ellos, que estaban estrechamente conectados con los pintores de su entorno. Se conocían. Es un periodo especial en el que empieza a formarse esa extraña categoría de lo moderno. Y eso es lo que trato de explicar en este libro. La idea de lo moderno era algo relativamente exótico en ese tiempo, una palabra nueva. Hoy es algo obsoleto. Pero lo que Baudelaire llama moderno alude a un nuevo tipo de sensibilidad, de comprender las cosas. Esa sensibilidad se extiende hasta nuestros días. Todavía estamos en medio de ella. (...)
En el momento en que aparece la fotografía -momento que iba a reproducirse infinitas veces más de lo acostumbrado-, ya estaba dispuesta para acogerla una concupiscencia oculorum en la que algunos se reconocían, con la complicidad inmediata de los perversos... El hecho de que todo se convirtiera en sujeto para las imágenes no sucedía antes. Esa situación es a la que él, Baudelaire, perteneció. La fotografía actuó de forma implícita en el trabajo de Ingres. Él era un enemigo de la fotografía, pero de alguna manera la anticipó. Ingres tenía ya cierto tipo de sensibilidad que llega después, con la fotografía. Un caso distinto es el de Delacroix, quien sí usa la fotografía. En algunos casos las fotos sirven como referencia para sus pinturas o dibujos. Así es que la fotografía está muy presente en lo que ocurre en torno a Baudelaire, pero eso es solo el signo de un 'régimen' distinto que adquiere la imagen por el hecho de poder ser reproducida en número indefinido y creando a la vez un nuevo nivel de la realidad. Y eso es lo que Baudelaire percibe.
Baudelaire siguió todos los debates de la época sobre si la fotografía debía considerarse un arte o un procedimiento mecánico... con utilidad para los pintores. Manet y Courbet la utilizaron, aunque no siempre lo quisieron reconocer... Las reacciones eran diversas y polémicas, aunque en su mayoría negativas. Les asustaba la fotografía como sucede siempre que aparece algún avance técnico. Pero los sedujo. Lo importante es que las propias imágenes cambiaron de situación en la sociedad. Eso está conectado, por ejemplo, con los inicios de la publicidad. Los anuncios se inventaron por esa época. Hoy podemos valorar la tremenda importancia que esto tuvo. En aquellos años poca gente, además de Baudelaire, se dio cuenta. Lo importante es no aislar la fotografía de lo que yo llamo el reino de las imágenes.
(...) En El pintor de la vida moderna, Baudelaire dice que el artista debe captar esa especie de paso efímero, la belleza del momento. Y esa es una descripción de la fotografía. También lo es de lo que intentaba que sucediera en literatura. Cuando Rimbaud apareció después, desarrolló como flashes de imágenes y eso era algo absolutamente novedoso.
Bibliografía
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Lengerke, Ch. von, «La pintura contemporánea. Tendencias en la pintura desde 1945 hasta nuestros días», en Los maestros de la pintura occidental, Taschen, 2005, ISBN 3-8228-4744-5
Ramírez Domínguez, J.A., y otros, Historia del Arte, Anaya, 1986. ISBN 84-207-1408-9
Harold osborne (1990). «Abstraccionismo». Guía del Arte del Siglo XX. Alianza Editorial, Edición Castellana, S. A., Madrid, 1990. ISBN 84-206-5236-9.
Lucie-Smith, Edward; Dorfles Guillo. «Del Expresionismo Abstracto Al Nuevo Realismo». EL ARTE HOY. Madrid, España: Ediciones Cátedra.La referencia utiliza el parámetro obsoleto |coautores= (ayuda)